13.6.06

El festival del tres



Y estoy a punto de ver un nuevo concierto del que estoy convencido voy a disfrutar a pesar de no tener ninguna expectativa puesta en él cuando alguien me ofrece unos cristales que combinarán muy bien con algunas copas de más. El clima no está mal comparado con otros días. Noto la belleza más cerca que nunca aunque por el momento sigue inalcanzable. Unas ganas repentinas de bailar me suben por el espinazo hasta el cerebro y me muevo, al ritmo o no. Aunque nadie se da cuenta. Todos están demasiado ocupados en mirarse a sí mismos mientras mueven sus modelitos sin perder de vista a la/el one-eyed-girl/boy de turno. La chica alta que pone la banda sonora a la noche se me antoja interesante y misteriosa. No como su música. Más bien juguetona y accesible. Y juego con ella, con la música, con nadie más. Sigo solo entre 20.000 o 10.000 personas. Aparezco de nuevo en la barra. Dos más que acaban siendo 4 o 5. Da lo mismo. No las necesito. Y ahora vuelvo a estar en medio de la masa. Esta vez todo es... ¿atmosférico? Quizá no es la palabra, es más bien la dimensión. Alguien grita algo. El resto resta en silencio mientras las guitarras desgarran el momento y a la vez construyen una melodía que me transporta hacia el cielo abierto, deslumbrado por unas luces demasiado blancas con, probablemente, una sonrisa congelada en el rostro. Pero soy incapaz de controlar mi cara y mucho menos mi peinado. Me da igual. Así es como me siento durante cada 7 u 8 minutos que duran los temas. Como flotando. Me olvido de todas las horas que llevo de pie. Me olvido de lo que hago allí, de lo que hice allí 24 horas antes, de lo que haré. Incluso de la belleza. Y durante unos minutos, esos 7 u 8, creo que la belleza es eso. Y me siento parte de ella. Risas eufóricas cuando todo termina. Abrazos. Espasmos de buen rollo. De repente todos somos amigos. Todos lo hemos vivido. Alguien me pone la mano en la espalda. Alguien me ofrece más cristales. Alguien me coge de la mano. Y yo me lo dejo hacer todo. Es un buen momento. ¿Por qué no? Pienso. ¿No es esa mi filosofía? Consigo argumentar para mí mismo. Abrirme a todo y formar parte de lo que pasa a mi alrededor. No sólo contemplarlo. Eso es. ¡Sólo es rock & roll!